Esta mañana el gato me hizo un gran favor. Alrededor de las cinco y media, Don Estorbo de la Bodega se puso gritando hasta que me despierte y entonces me dijo: "Hombre¡Levántate! Te estas perdiendo un amanecer estupendo. También tengo hambre. Otra vez." Fijo sus ojos en lo mios y añadió: "Me han dicho que a quien madruga, Dios le ayuda." Listo. Ya le había dado de comer a las cuatro.

Me levanté, agarré mi cámara, le di leche al gato y me quedé tomando fotos por una hora. "El sábado tempranito," me pregunté en voz baja, "¿Cuantos estarán de pie viendo eso?" 

"No te preocupes," me dijo Estorbo cuando regresé, "siempre habrá amaneceres. Ojalá pudiera decir igual acerca de mi leche." Miré por abajo. Su platillo ya estaba vacío. Le di mas. Me miro sonriendo y dijo: "Gracias hombre. Tu me entiendes."

Volví a la cama. El también.